Él empuja la silla de ruedas donde va sentada su esposa,
ella tendrá 68, años él quizás 70, se le ve de constitución fuerte, su cara habla de tiempos duros que han dejado
huellas en forma de surcos y arrugas en ese todavía agradable rostro de hombre
noble y trabajador. Irene, que así la llama él, tiene un semblante dulce, con
rasgos que recuerda una gran belleza de juventud; sus ojos acusan un gran
cansancio, posiblemente por el transcurso de una larga vida de trabajo y dedicación.
Conduce la silla hasta la sala de espera del Fisioterapeuta
donde ella recibe sesiones de rehabilitación para esa enfermedad sobrevenida, al
parecer no hace mucho tiempo y, que la tiene postrada en esa silla sin poder
andar. El hombre toma asiento en una silla de las alineadas en un lateral de la
sala, aproxima la de su esposa junto a sus rodillas frete a él. En esos
momentos observo que ella tiene lágrimas en los ojos que la resbalan por las
mejillas, mira de frente y directamente a los ojos de su esposo, la expresión
de su cara me hace querer interpretar sus mudas palabras. “- ¿Por qué esto? ¿Por
qué ahora? nos quedan tantas cosas que hacer, soy una carga para ti, ya no seré
la misma…-“, él acerca las manos hacia ella y cogiendo las suyas las acaricia
suavemente mientras con tierna firmeza le dice - ya Irene, no llores más, vas a
mejorar ya lo veras, deja de llorar –
Pasados unos minutos entra en la sala una joven y risueña fisioterapeuta
que dirigiéndose en tono alegre y dicharachero a la mujer le dice – vamos Irene
a trabajar, que ayer estuviste desganada y perezosa, así que vamos – seguidamente
empujo la silla hacia los departamentos de ejercicios. Él las sigue con la
mirada de unos ojos húmedos, mientras sus labios se mueven en un inaudible
murmullo, quizás una plegaria, una oración…tal vez un ¿Por qué? ¿Por qué a
ella?
.