Pedro me dice que tiene amigos/as y a mi me consta, claro que sí, sé que entre ellas hay algunas muy especiales, él cree que le supervaloran en demasía, quizas por el cariño entrañable que le tienen.
Pedro que es amigo mío, me cuenta (a su manera, él es así) algo que le sucedió hace poco: un buen día, una de ellas le hizo un regalo muy frágil, delicado y de gran valor. Un regalo como ese no había tenido nunca, él lo miraba todos los días y, encontraba satisfacción al observarlo, lo movía de un lado a otro e incluso se dirigía a él con ciertas “palabras” le estaba cogiendo cariño, era ya como una parte de su vida, definitivamente lo alojó en un lugar reservado donde nadie lo pudiera tocar, una especie de taller donde realiza creaciones y hace proyectos. En ese cuarto se suele encerrar Pedro para estar solo con sus recuerdos y evadirse de problemas, desde ese día estaría también ese regalo tan especial. Él creía que lo trataba con cariño y mimo pero al parecer no era así. En un mal momento y, según deduce, debido a su torpeza y falta de cuidado, al coger el preciado regalo, se le escapó de las manos y se hizo mil pedazos. Fue como un mazazo, Pedro se hundió en una profunda pena y angustia, se le rompió una de las cosas más hermosas que jamás había tenido. Desde entonces Pedro esta apenado y cabizbajo; se pasa el tiempo intentando pegar y recomponer poco a poco el regalo de su amiga para algún día enseñárselo restañado, con cicatrices y marcas, pero recuperado, él no quiere perderlo, quiere conservarlo como un regalo de ¡amistad! sin más pretensiones.
Aquel que tenga un regalo de verdadera amistad, debe tener
cuidado no se le rompa, puede ser irreemplazable.
Eso lo ha aprendido muy bien Pedro (según me dice).