Un relato tradicional glosado por Paulo Coelho cuenta que
Abel y Caín llegaron a un gran lago y se acercaron a la orilla para contemplar
sus aguas.
–Aquí dentro hay alguien- comento Abel a su hermano, sin
darse cuenta de que estaba viendo su propio reflejo.
Puesto en alerta por si se trataba de alguna criatura
amenazadora, Caín levantó su bastón y se asomó a las aguas. Al ver que la
imagen hacia lo mismo, permaneció muy quieto esperando el golpe.
A su lado, Abel miraba su propia imagen en el lago, que le
regalo una sonrisa. Eso le provoco una carcajada, y el ser del lago hizo lo mismo.
Al alejarse de allí, cada uno de los hermanos se fue con una
experiencia opuesta. Caín se decía: “¡Que violentos son los seres que viven en
el lago!”
Por su parte, Abel pensaba: “¡Qué lugar tan agradable! En el
lago viven seres amables y risueños”.
Esta fábula ilustra de una forma reveladora cómo nuestras
relaciones con los demás están marcadas por nuestras ideas preconcebidas. La
persona que ve a todo el mundo como una amenaza actúa con tal desconfianza y
agresividad que provoca esas mismas actitudes por parte de los demás. En cambio,
si mostramos una expectativa de bondad y colaboración, atraeremos a personas de
ese mismo signo.
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