Competición de ajedrez

En la localidad donde vivo, se celebró hace unos días una competición de ajedrez con niños de edades comprendidas entre siete y diez años. Teniendo en cuenta lo inquietos que son a estas edades es curioso verlos con la formalidad y disciplina con que siguen las reglas de este bonito juego, donde se desarrollan la paciencia y la perseverancia así como emplear estrategias y calcular las consecuencias de cada movimiento ejercitando la habilidad de mantenerse al tanto de dos o más situaciones en paralelo. Como cualquier otro juego es una actividad competitiva que favorece el desarrollo de la capacidad de lucha en la vida.

Este juego hace que los niños aprendan a pensar organizadamente favoreciendo la capacidad de prever  situaciones, aprendiendo a pensar antes de actuar. La regla “pieza tocada es pieza movida” implica que la decisión es irrevocable y por lo tanto antes de tocar una pieza debe haber meditado con anterioridad.

Los movimientos de las fichas de este juego parecen difíciles de entender por estos niños tan pequeños pero no es así, ellos son curiosos por naturaleza y no tardan en interesarse por si solos en el juego, es en estos momentos cuando se les debe explicar el objetivo del juego la función de cada ficha y las reglas básicas.

  

Presenciando esta competición pensé en compartir lo que observé, que a mi juicio es muy gratificante. Ver a los niños al finalizar la partida mirarse a la cara con ojos limpios e inocentes y seguidamente dase la mano según indicaciones del monitor que les inculca la ética del juego, “respetar las reglas, el resultado y al oponente”.

La ética, algo que se debería fomentar desde niños si queremos recuperar lo que se ha perdido no solo en el juego sino en muchos ámbitos de la vida.