miércoles, 28 de agosto de 2013

Un gran regalo…la verdadera amistad.




Pedro me dice que tiene amigos/as y a mi me consta, claro que sí, sé que entre ellas hay algunas muy especiales, él cree que le supervaloran en demasía, quizas por el cariño entrañable que le tienen.
Pedro que es amigo mío, me cuenta (a su manera, él es así) algo que le sucedió hace poco: un buen día, una de ellas le hizo un regalo muy frágil, delicado y de gran valor. Un regalo como ese no había tenido nunca, él lo miraba todos los días y, encontraba satisfacción al observarlo, lo movía de un lado a otro e incluso se dirigía a él con ciertas  “palabras” le estaba cogiendo cariño, era ya como una parte de su vida, definitivamente lo alojó en un lugar reservado donde nadie lo pudiera tocar, una especie de taller donde realiza creaciones y hace proyectos. En ese cuarto se suele encerrar Pedro para estar solo con sus recuerdos y evadirse de problemas, desde ese día estaría también ese regalo tan especial. Él creía que lo trataba con cariño y mimo pero al parecer no era así. En un mal momento y, según deduce, debido a su torpeza y falta de cuidado, al coger el preciado regalo, se le escapó de las manos y se hizo mil pedazos. Fue como un mazazo, Pedro se hundió en una profunda pena y angustia, se le rompió una de las cosas más hermosas que jamás había tenido. Desde entonces Pedro esta apenado y cabizbajo; se pasa el tiempo intentando pegar y recomponer poco a poco el regalo de su amiga para algún día enseñárselo restañado, con cicatrices y marcas, pero recuperado, él no quiere perderlo, quiere conservarlo como un regalo de ¡amistad! sin más pretensiones.
Aquel que tenga un regalo de verdadera amistad, debe tener cuidado no se le rompa, puede ser irreemplazable.
Eso lo ha aprendido muy bien Pedro (según me dice).                 
        

miércoles, 21 de agosto de 2013

LA DIFÍCIL CONVIVENCIA Y LA AGRADABLE COMPAÑÍA.



Es un bonito y bien cuidado parque con mucha arboleda, amplias zonas con césped, un arroyo artificial que desemboca en un estanque donde chapotean algunos patos, bancos para el descanso y sombra. En este apacible lugar suelen coincidir a menudo dos parejas que se han conocido hace poco, pues acostumbran a pasar parte de las mañanas en este agradable entorno. Una de las parejas está compuesta por Linda, de unos sesenta años, que haciendo honor a su nombre, es una mujer de buen presencia y atractiva, va acompañada por Alejandro. La otra pareja él, Paco de unos setenta “bien llevados” y de porte agradable, junto a él Javier. Alejandro y Javi son amigos, pasan las mañanas juntos y son incansables, algo normal a su edad, uno siete y el otro acho años, juegan al futbol, corren saltan se columpian, suben y baja por el tobogán y, a veces persiguen a los patos. Mientras los abuelos Linda y Paco, charla pausada y tranquilamente de diversos temas incluido el tiempo, tema recurrente donde los haya para rellenar espacios o intercalar entre temas difíciles o ásperos, como el caso que inicia Linda, el de la convivencia, ella comienza la conversación diciendo que su marido recientemente se había jubilado y que si antes, como en casi todos los matrimonios, había alguna discusión ahora al estar todo el día en casa el ambiente es insoportable, a él le había cambiado el carácter para mal al no encajar la nueva situación, pagándolo con ella de tal manera que son continuas las discusiones desbocando en situaciones críticas, debido a ello está pensando seriamente en tomar alguna decisión y, concluye exclamando en un ahogado grito entre dolor y rabia ¡porque a veces es tan difícil la convivencia! hace una pausa y calla.
Si hay algo que sabe hacer Paco, es escuchar, y en esos momentos lo mejor es dejar que hablen los sonidos del ambiente, el ruido del agua que produce el surtidor del estanque, el piar de los gorriones entre las ramas de los árboles y las risas de los dos niños, estas pausas y silencios contienen más compresión  y entendimiento que muchas palabras, si se comparte en agradable compañía.

lunes, 12 de agosto de 2013

NUEVO AMANECER



Veraneando en la costa Valenciana, suelo ir a pescar antes de que salgan los bañistas. Me levanto a las seis de la madrugada, preparo la caña y salgo hacia la playa con noche cerrada. Sin apenas visibilidad preparo los anzuelos, lanzo el sedal, clavo la caña en el suelo, cruzo las manos a la espalda y espero…
…a que caiga el pez, ó al maravillosos espectáculo del amanecer. El crepúsculo con su claridad difusa, aparece lentamente en el horizonte allí donde se junta el mar y el cielo. De la profundidad del mar emerge un semicírculo anaranjado, redondeándose en su lento ascenso y adquiriendo tonos de oro pulido, tiñendo la superficie de reflejos dorados e iluminando el cielo. Con el creciente resplandor va surgiendo suavemente el sol que en estos momentos del alba acaricia con su tenue luz y se deja mirar a la cara directamente. Nos saludamos, deseándonos buenos días; seguidamente, recojo los “aparejos” y regreso con el objetivo cumplido, no he pescado nada pero he vuelto a presenciar un ¡nuevo amanecer!