lunes, 29 de junio de 2015

Lo digo y lo mantengo.



 Soy  hermoso, precioso…lindo, bello y, primoroso, tan guapo que siento que me voy a desmayar cuando me miro al espejo. Soy demasiado lo sé, soy especial también, soy valioso por demás. Soy tan lindo que hasta a los hombres les impresiono...que chulería. No quepa duda de que lo que digo es verdad y no por casualidad.

- Me queda una pequeñita duda si lo que dices es verdad. Pero de casualidad ¿no te llamaras Tomas?-

Nooo. Mi madre es soltera, no tengo abuela y mi nombre es ¡NARCISO!



.

lunes, 15 de junio de 2015

¿Cuánto vales?



Cuenta una historia que un joven fue a visitar a su anciano profesor. Y entre lágrimas le confesó: “He venido a verte porque me siento tan poca cosa que no tengo fuerzas ni para levantarme por las mañanas. Todo el mundo dice que no sirvo para nada. ¿Qué puedo hacer para que me valoren más?”. El profesor, sin mirarle a la cara le respondió: “Lo siento, chaval, pero ahora no puedo atenderte. Primero debo resolver un problema que llevo días posponiendo. Si tú me ayudas, tal vez luego yo pueda ayudarte a ti”.
El joven, cabizbajo, asintió con la cabeza. “Por supuesto, profesor, dime que puedo hacer por ti”. El anciano se sacó un anillo que llevaba puesto y se lo entregó al joven. “estoy en deuda con una persona y no tengo suficiente dinero para pagarle”, le explicó. “Ahora ve al mercado y véndelo. Eso sí, no lo entregues por menos de una moneda de oro”.
Una vez en la plaza mayor, el chaval empezó a ofrecer el anillo a los mercaderes. Pero al pedir una moneda de oro por él, algunos se reían y otros se alejaban sin mirarlo. Derrotado, el chaval regresó a casa del anciano. Y nada más verle compartió con él su frustración: “lo siento, pero me es imposible conseguir lo que me has pedido. Como mucho me daban dos monedas de broce”. El profesor, sonriente, le contestó: “No te preocupes. Me acabas de dar una idea. Antes de ponerle un nuevo precio, primero necesitamos saber el valor real del anillo. Anda, ve al joyero y pegúntale cuánto cuesta. Y no importa cuánto te ofrezca. No lo vendas. Vuelve de nuevo con el anillo”.
Tras un par de minutos examinando el anillo, el joyero le dijo que era “una pieza única” y que se lo compraba por “50 monedas de oro”. El joven corrió  emocionado a casa del anciano y compartió con él lo que el joyero le había dicho. “Estupendo, ahora siéntate un momento y escucha con atención”. Le pidió el profesor. Le miro a los ojos y añadió: “Tu eres como este anillo, una joya preciosa que solo puede ser valorada por un especialista. ¿Pensabas que cualquiera podía descubrir su verdadero valor?”. Y mientras el anciano volvía a colocarse el anillo, concluyó: “todos somos como una joya: valiosos y únicos. Y andamos por los mercados de la vida pretendiendo que personas inexperta nos digan cual es nuestro auténtico valor”.  

Si no te valoras tú, ¿Quién te valorara?
Si  no te valoras a ti,  ¿A quién valoraras?

No hay precio suficiente para llenar el vacío de una persona que no se valora así misma.


.