Cuenta una leyenda popular que hubo una vez un cuartel
militar junto a un pueblecito cuyo nombre no recuerdo, en medio del patio de
ese cuartel había un banco de madera. Era un banco sencillo, humilde y blanco.
Junto a ese banco un soldado hacia guardia. Se hacían guardias noche y día.
Nadie sabía porque se hacia las guardias junto al banco, pero se hacían, todas las noches todos los días, de generación en
generación todos los oficiales transmitían las ordenes y los soldados las
obedecían. Nadie nunca dudo, nadie nunca preguntó: la tradición es algo sagrado
que no se cuestiona ni se ataca: se acata. Si así se hacía y siempre se había
hecho por algo seria. Así se hacía, siempre se había hecho y así se haría. Y así
siguió siendo hasta que alguien, no se sabe bien qué General o Coronel curioso,
quiso ver la orden original. Hubo que revolver a fondo los archivos. Y después
de mucho hurgar se supo. Hacia 31 años,
2 meses, y cuatro días un oficial había mandado montar guardia junto al banco
que, estaba recién pintado, para que a nadie se le ocurriera sentarse sobre la
pintura fresca.
Se nos ha ocurrido pensar que a veces no cuestionamos, no
preguntamos, ni indagamos, aceptamos ciertas normas tradiciones o costumbres
como buenas, aun por extraña o difíciles que nos parezcan, porque siempre ha
sido así. Si en ocasiones investigáramos un poco veríamos el sin sentido o lo
absurdo de ciertas costumbres, tradiciones, normas y comportamientos.
¿Se te ocurre un ejemplo? Pues no, porque siempre ha sido así…
.