Cuando alguien busca en los demás de manera continua la
aprobación de sus actos, puede no ser bueno, es como si no se estuviera seguro
de su autoestima. Cuando una persona se convierte en buscadora compulsiva de
la aprobación externa, entra en su propia trampa y en un ciclo sin fin. Se
condena a sí misma, sin saberlo, a ir de cumplido en cumplido, a recabar la
aprobación ajena, a necesitar incluso el alago. Ya no es libre, depende de que
otros alimenten su necesidad de ser aprobada. Es como un adicto emocional que
padece el síndrome de abstinencia. Se podría decir que esa persona pierde el
tiempo y la paz mental buscando la felicidad en un lugar equivocado.
Es obvio que no hay nada malo respecto a contar con el
beneplácito ajeno. El problema es cuando se necesita y, sobre todo, cuando se
confunde el verdadero valor personal con la complacencia externa. Son cosas muy
diferentes y cuando se entiende esa gran diferencia, las personas se centran en
su valor y no en buscar ser valoradas.
Reforzar la autoestima significa aumentar el valor personal
ante uno mismo pero no delante de nadie. Cualquier palabra que empiece con auto,
autoestima, autoconcepto, autoimagen… tiene que ver con uno mismo y no con los
demás. Aun estado claro, parece que se olvida.
.