viernes, 24 de febrero de 2012

¡UN HOMBRE NO LLORA!



Desde muy niño y durante muchos años siempre había quien le decía ¡los hombres no lloran! Este niño tiene caídas, se roza las rodillas, las manos, y se golpea en la nariz, él quiere llorar pero no debe, porque le dicen – se fuerte y no llores porque los hombres no lloran -  en el colegio él sufre las crueles burlas de otros niños por ser gordo, bajito, tener gafas o por cualquier otro “defecto” que sirva para la mofa, se traga la amargura y la impotencia del ridículo a que es sometido pero no puede llorar, porque entonces el abucheo puede ser demoledor ¡¡eres una niña, eres una niña…!! Porque las niñas lloran pero los “hombres” no lloran.
Si durante la niñez se le escapo algún sollozo o una lagrima reprimida, en la adolescencia y madurez de adulto donde se le suceden frustraciones desengaños y traiciones, ni se le ocurra soltar una sola lagrima, las miradas y gestos reprobatorios pueden ser fulminantes, pues esta mal visto que un hombre llore.
Pues bien este niño, adulto, maduro y mayor se ha hecho viejo y llora, si ¡¡ este hombre llora!! Llora al ver una película emotiva, llora ante un drama teatral, llora por ver imágenes de catástrofes con pérdidas humanas, llora por los crímenes de genero, llora por el sufrimiento de los niños, llora por el mal trato a los ancianos, llora por algunas injusticias de la justicia, llora por…
Pero bueno, porque lloras, no sabes que un hombre no llora, ah claro; eres un pobre viejo…

…Llora porque tiene el cántaro lleno de lágrimas y lo tiene que vaciar.  


lunes, 6 de febrero de 2012

El buho y el pajarito




Era un día soleado, pocas nubes dejaban ver el hermoso cielo azul… y volaba Jairito, el pajarito, de un lado para otro, se le veía surcar al viento por encima de la granja, desesperado, casi como loco de un árbol a otro, de la casa al estanque, del establo a las cercas más alejadas del lugar.
Juan, el búho, tranquilamente mecía sus alas en las corrientes de viento cálidas que lo elevaban plácidamente hacia el sol… luego descendía planeando y disfrutando de la vista del paisaje, hasta que vio a Jairo en sus rápidas travesías sin rumbo fijo. Se acercó a él y cortésmente lo saludó:
- Hola querido Jairito, ¿por qué estás volando de esa manera tan agitada? ¿No crees que es un hermoso día para volar tranquilamente apreciando la vista y descansando la mente?
- Pues no es tan buen día, búho, -contestó amargamente el Pajarito-; es que hay pájaros que dicen una cosa y luego hacen otra, y eso cambia todos los planes del día.
Juan se acercó más a Jairito y lo fue guiando despacio hasta un árbol cercano, y ambos vieron la oportunidad de posarse en una rama grande y gruesa, y el Buhito le preguntó:
- Dime pajarito, ¿por qué estás tan intranquilo?, ¿qué es lo que te está molestando de tus amigos?... Cuéntamelo por favor, porque ya sabes que cuando alguien tiene un problema, diciéndolo a un ser querido, como los padres, hermanos y amigos, se puede entre todos buscar una solución a esas dificultades o problemas.
- Tienes razón, Juan, es que estoy preucupado por Talita, la pajarita; ella me dijo temprano esta mañana que iba a buscar unas ramas para el nido, y mira la hora que es, y aún no aparece; ¿será que le sucedió algo malo? Y es que no puedo dejar de preocuparme sin saber si algo malo le pasó, y necesita de mi ayuda…
El Buhito reflexionó un momento, pensó en algo que había visto unos minutos antes, y le preguntó a Jairito: - Tú has sentido algo raro en tu corazón? Ya sabes, como una sensación de que Talita se encuentra en dificultades?
- Uhmm… No, realmente no me parece que haya sentido eso; pero yo sé que le pasó algo malo, porque entonces cuál sería la razón de que aún no hubiera llegado?
- Lo que pasa a veces es que nuestra mente nos juega malas pasadas, es decir, nos hace pensar cosas que no son, le contestó Juan-. En la vida todos vivimos situaciones buenas o malas, y el problema que tenemos es cuando el miedo se hace presente, y al no controlarlo nuestra mente nos empieza a dar “respuestas” que no le hemos pedido, y entonces nos entra la impaciencia, como estás tú en este momento, y luego nos llegará ira o enojo, por ejemplo cuando Talita llegue y tú la veas sana y salva, le podías gritar y enfadarte con ella…
Y Jairo, un poco bravo, interrumpió: - No!, pero qué estás diciendo Juan… Es que yo no me estoy inventando nada; Talita no a venido y seguramente le sucedió algo, porque ella no es así, no se demoraría sin haberme pedido permiso, o decirme que llegaba tarde!

- Sí ves, Jairito?... ya estás enojado conmigo y es fruto de los pensamientos incontrolados que pasan por tu mente; nuestro cerebro es una herramienta que nos sirve para buscar las soluciones adecuadas cuando nos enfrentamos a un problema; pero si no controlamos nuestros pensamientos, entonces nuestra mente se convierte en un foco de problemas, en el lugar donde se crean las dificultades en uno mismo y los malos entendidos con los demás.
- Pero por qué dices eso, Buhito; el cerebro está hecho para pensar y gracias a él actuamos y trabajamos, y volamos los pajaritos, y nadan los peces, y todos los que tenemos cerebro podemos hacer muchas cosas; pero es muy raro que me digas que es la fuente de los problemas y las malas situaciones en nuestra vida, ¿no crees?
Y Juan le contestó: - Precisamente la única fuente de todas las cosas que nos pasan es nuestra mente, pero cuando no está dominada, cuando no tenemos el control de ella. Por ejemplo, antes de llegar vi que Talita estaba con sus amigas de la otra granja en el estanque de allá jugando y salpicando; así que por eso al principio te pregunté si habías sentido algo en tu corazón y no pregunté si sentías algo en tu mente.
Es más efectivo sentir las cosas que tratar de comprenderlas -siguió Juan-, seguramente cuando algo malo suceda con Talita, vas a tener ese sentimiento de angustia en tu corazón; pero lo que tenías ahora fue una impaciencia por no saber dónde estaba, lo que hizo que te comportaras de manera extraña, volando de un lado para el otro, desesperado, intranquilo y pensando cosas feas… Y esto te sucedió por no controlar tu mente, ya que tu corazón no sintió nada raro.
- Y entonces ¿cómo hago para controlar mi mente?, preguntó el Pajarito.
- Es sencillo decirlo, no es tan fácil hacerlo, pero con la práctica diaria se puede; y todo comienza por estar alerta de lo que pensamos; vas a sentir que tienes ideas, imágenes mentales, palabras, y todo esto que te llega a tu mente, y vas a ponerle un poquito de atención a cada una de ellas, vas a tratar de reflexionar, de pensar, por qué llegó a tu mente, de dónde vino esa idea, si fue como un encadenamiento de pensamientos, que uno trajo al otro, y a otro pensamiento distinto.
Siguió Juan: -Puede ser que al cabo del tiempo encuentres que la mayoría de pensamientos los tengas cuando te sientes solo y triste, y eso es siempre lo que te lleva a pensar y pensar cosas raras o feas; por lo general esa tristeza de la soledad es el sentir miedo a no estar acompañado; y todos los pensamientos finalmente empezarán, y lo descubrirás, cuando sientes miedo a algo. Entonces tu mente se activa cuando el miedo actúa en ella. Y la manera de controlar el miedo es con valentía, con coraje, siendo fuertes internamente, y tratando que los pensamientos frutos del temor no se propaguen en nuestra mente sino mantenerla tranquila, sin pensar en más cosas…
Y Jairito le preguntó: -¿Tú dices como dejarla en blanco y hacer esfuerzo por no pensar nada?
- Precisamente se trata de no esforzarla, si tú empiezas a rechazar lo que piensas para tratar de dejarla en blanco, la estás esforzando y te cansarás rápido; tienes que mirar qué piensas, de donde viene, y al encontrar que la fuente o la causa siempre es la misma, ya empezarás a dejar de tener esos miedos al conocerlos y enfrentarlos; y tu mente solita se tranquilizará, luego tu corazón te empezará a hablar, tu conciencia, el yo interior que tienes adentro… Y cuando lo oyes, entonces todo será paz y tranquilidad, y no habrá ni temor, ni ira, ni impaciencia.
Jairito, el pajarito, comprendió lo que el Juan le dijo, y voló tranquilo al estanque donde estaba Talita jugando alegre con sus amiguitas.